Todos los emprendedores necesitamos un mentor. Emprender es un proceso duro y muy complejo, y nadie lo sabe todo, así que tener a personas con experiencia que nos sirvan de guía durante parte del camino es vital.
Yo mismo suelo mentorizar a emprendedores, llevo haciéndolo más de 20 años y habré mentorizado a más de 200 startups (obviamente en distintos niveles, algunas solo un par de sesiones y con otras he estado años).
Lo habré hecho mejor o peor, pero siempre tratando de aportar todo el valor posible al emprendedor: mis conocimientos, mi experiencia y mi networking. Y si he visto que no podía aportar más, lo he dejado aunque supusiera perder ingresos.
(Hace tiempo que aprendí que si no cobraba por las mentorías, los emprendedores no se lo tomaban en serio, y además así me exijo más a mí mismo. También he pagado y pagaré siempre a mis mentores y a los de Startups Institute, precisamente para poder exigir).
Elegir al mentor adecuado que encaje con tu forma de ser, y que te pueda aportar el conocimiento y experiencia que necesitas, siempre ha sido difícil. Pero ahora lo es mucho más, por que la efervescencia del sector ha atraído a toda una nueva caterva de parásitos, los malos mentores. Vamos a verlos en detalle:
1. El mentor aficionado
Como ocurría con el inversor wannabe y el aficionado (capítulo 3 de la serie), son personas que se acercan al ecosistema startup y a los emprendedores por el supuesto glamour y para aprender, y porque creen genuinamente que pueden ayudar con su experiencia.
El problema es que en realidad no tienen experiencia en emprendimiento. Son consultores o trabajadores por cuenta ajena, la mayoría altos directivos de grandes empresas, que no han creado nada desde cero, y que nunca se han enfrentado a los problemas que conlleva emprender.
Ademas, estos perfiles normalmente no se han bajado al barro, porque para eso estaban sus equipos. Te dirán que ellos abrieron la filial de Dubai o que crearon el departamento de innovación, pero eso se parece a emprender como un huevo a una castaña.
Simplemente, no saben lo que no saben, y creen que si a una corporación le ha funcionado bien tal cosa, también le funcionará a una startup o a una PYME. Y no es así ni de lejos y por eso sus mentorizaciones suelen ser una pérdida de tiempo y están llenas de generalidades sin aplicación práctica en una empresa que empieza.
A estos mentores aficionados los reconocerás fácilmente: no suelen cobrar por sus mentorizaciones, y casi siempre se arriman a incubadoras y aceleradoras de tercera, que no pagan a los mentores y por tanto tienen una barrera de acceso mínima. Es su forma de meterse en el ecosistema y de hacer currículo como mentor, para ir subiendo en el escalafón.
2. El falso mentor
Se trata del típico buscavidas, de un listillo o listilla al que no le gusta currar, o que tiene más verborrea que talento, y que ha visto negocio en el tema de la mentorización.
Como en Internet es fácil crear una identidad y casi nadie comprueba nada, haces un currículo falso, más inflado que un Zeppelin y con más maquillaje que Leticia Sabater un domingo de resaca, y te pones a “vender” tus servicios. Creas una web con fotos cool y un perfil en redes sociales, y listo, ya te puedes ofrecer a todo tipo de escuelas, incubadoras, aceleradoras, etc.. Ésa es la puerta de entrada.
Cuantas más líneas vas metiendo en tu CV, más parece que has hecho muchas cosas, y tarde o temprano caen clientes a los que les cobras por una charla donde hablan más ellos que tú, y donde respondes generalidades y tópicos sin mojarte mucho. Quizá no dure demasiado, pero si consigues 4 o 5 sesiones por cliente antes de que se den cuenta de que no aportas nada, te lo llevas calentito.
Una variante del falso mentor es ofrecer mentorización gratis que siempre termina con la venta a los mentorizados de tus servicios como profesional en marketing, ventas, gestoría, consultoría, o lo que sea. Es decir, usar la mentorización como forma de captación de clientes.
3. El mentor influencer
Esta tipología me la recordó una amiga, Alexandra Diaz, en otro post de la serie. Hablamos del mentor que se ha hecho fuerte en redes como LinkedIn, que ha conseguido miles de seguidores por su habilidad comunicativa.
Es habitual que les elijan como Top Voice y formen clanes de colegas con otros Top Voice, de forma que se apoyan y retroalimentan, y aunque se sabe dónde y cómo patinan, nadie dirá nada porque a todos les beneficia. Acaban siendo mentores en aceleradoras, dando clases en escuela de negocios y así logran un CV que nunca tuvieron.
¿Y de dónde salen? Pues de startups con algún premio por un producto que jamás llegaron a construir, gente que pasó por incubadoras y aceleradoras, analistas de inversión en VC, e incluso algún emprendedor que creó una marca molona con la que vendió 3 calcetines antes de hundirla en la miseria y el olvido.
Son buenos creando su marca personal, conocen lo que hay que hacer para gustarle al algoritmo, y le dan a éste y a sus seguidores exactamente lo que quieren: tópicos, ataques al gobierno de turno, críticas al sistema (pero sin pasarse), mensajes de autoayuda, quejas de lo duro que es emprender y similares.
Suelen ser personas relativamente jóvenes (27-40) con cierto atractivo físico. Yo conozco varios casos de mentores a los que han contratado por ser “muy monos y hablar muy bien”.
El problema es que suelen ser un poco divos, siempre están ocupadísimos (pero publican a diario cosas muy elaboradas), y cobran un pastón por mentorizar o dar charlas en las aportan muy poco o nada.
Para evitarlos, analizar bien el CV, preguntar al ecosistema y pedir referencias.
Artículos previos de la serie:
Parásitos del ecosistema emprendedor, 1: las (malas) incubadoras de startups
Parásitos del ecosistema emprendedor, 2. Hoy, los cursos para triunfadores.
Parásitos del ecosistema emprendedor, 3. Hoy, los inversores tóxicos.