Los últimos 5 años he tenido muchas reuniones (+200) con gente de innovación o transformación de grandes empresas. Y he confirmado lo que ya intuía hace tiempo: muchas empresas funcionan como fenomenales cámaras de eco, y eso les impide innovar.
Es la caverna de Platón llevada a la empresa. Los que están dentro creen firmemente conocer la realidad, pero tienen la cabeza tan metida en su culo que solo ven sombras. Se pierden lo que pasa fuera porque solo atienden a los mensajes internos. Creen que ven, pero no es así. 🙈
La cámara de eco es en parte algo buscado por la propia cultura de la empresa: tenemos que estar orgullosos de lo que hacemos y demostrar lo geniales que somos para motivarnos, y para retener talento gracias al sentido de pertenencia. Esto ocurre de forma más habitual en compañías con problemas de imagen porque necesitan imperiosamente retener a sus empleados. Telcos, seguros, banca, compañías aéreas, energía… es un mecanismo de supervivencia.
Eso lleva a magnificar y exagerar los logros, minimizar o esconder los errores, y si eso no es posible, a justificarlos con excusas: el mercado, los políticos, malas prácticas de competidores, los medios de comunicación, etc. Todo para reforzar la imagen de la compañía.
Ese orgullo, que a priori es positivo, si se une con una cultura que castiga el error (el que falla lo paga y no se valora el intento), es la tormenta perfecta para impedir cualquier cambio o innovación. Es el colesterol que puede llevar al colapso empresarial. «Si algo no me funciona a mí, que soy la polla con cebolla, es que no funciona en absoluto”.
No hay margen para el error: “no es posible que una empresa como la nuestra se equivoque de estrategia o haya ejecutado mal”.
“Tenemos a los mejores profesionales y trabajamos con los mejores proveedores y consultores, así que el problema no es nuestro, es que esto* es humo” (* ponga usted aquí cualquier metodología, proceso, sistema, tecnología, técnica, idea, etc). Claro, los propios profesionales ya se encargan de buscar algún chivo expiatorio fuera. “La culpa es de agile que es un invento, del CRM que no es flexible, del método lean que está desfasado o de que todas las startups solo venden humo”.
Cuando te dicen a diario que somos la repanocha y que los de fuera son unos tuercebotas que no saben la realidad de las cosas, al final te lo crees. Autobombo a tope y High five corporativo para desayunar.
Si somos tan cojonudos, ¿como nos vamos a equivocar? ¿Cómo vamos a creer que la consultora que elegimos nos la metió doblada o que ese fichaje que hicimos para transformar la empresa no vale ni para jugar en tercera?
Trabajan con consultoras de medio pelo, pero de confianza (la esquizofrenia), porque son colegas de X, que se limitan a reírles las gracias y decir amén a todo. Les ponen a junior a currar “porque los jóvenes son los que saben de esto”, y a facturar.
Y si por casualidad dan con un profesional serio y decente que les explica que se equivocan de estrategia o planteamiento, salvo en muy contadas ocasiones, impondrán su criterio porque son los más listos, o buscarán a otro que les diga que sí a todo.
Ahora piensa en cómo estas empresas ven el concepto de Open Innovation. Dicen aplicarlo porque está de moda, pero lo 1º que hacen es vetar a cualquier competidor. ¿Colaborar? Eso es un nombre ruso. ¿Open? Eso es lo de Australia.
Las compañías más castigadas por el público tienen un punto de esquizofrenia, ven enemigos por doquier. Por eso lo de aplicar Open Innovation es mucho más difícil para ellas, tienen que saltar enormes barreras mentales. De ahí que los presupuestos de innovación y/o transformación sean de risa. “Vamos a invertir un millón de euros en open innovation y en trabajar con startups para transformar nuestra organización”.
A ver, ¿1 millón para invertir en startups? ¿En serio? No da ni para 3 rondas seed, y con una mortalidad del 90%, tú me dirás… Por no hablar de “transformar” a 5.000 empleados con un millón de euros al año.
Y mientras, enfrente, las grandes tecnológicas y muchas corps con la ideas claras invirtiendo cientos de millones (¡o miles!) al año para no quedarse atrás, y entrando en tu sector para comerse la tostada de la mano de las mejores scale ups. Mira Microsoft con OpenAI, sin ir más lejos.
Las esquizocorps intentan trabajar con startups, pero sin hacer ruido, no se vaya a enterar la competencia, y al final no se entera nadie más que la gente de dentro o colegas cercanos. NDAs, contratos leoninos, condiciones imposibles, exclusividades… Y por supuesto, no te damos nada como startup porque el simple hecho de relacionarte con nosotros, que somos la rehostia, ya es premio suficiente para ti, piltrafilla. Invertir de verdad es, claro, otro nombre ruso.
Resultado: sólo pueden trabajar con las startups del fondo del barril. Con las que no tienen otra opción que tragar porque nadie mínimamente serio invierte en ellas ni las tocaría con un palo, aquellas que ya están muertas y no lo saben.
Amigos, las buenas startups eligen. Eligen inversores, talento, partners… se pueden permitir ese lujo, y tienen la capacidad de negociar de tú a tú con cualquiera. Así que a la mínima que no ven un win claro, te esquivan. No los ves hasta que es tarde. Y ahí ya estás jodido.
Con estos mimbres, estas esquizocorps hacen open calls donde se presentan 20, y les parece un éxito, porque no han comparado con lo que pasa fuera (en las open call que yo he dirigido nunca hemos tenido menos de 200 startups para elegir). De la calidad ni hablamos, claro.
Montan programas de los que nadie en el sector ha oído hablar, pero para ellos son la bomba gracias a la cámara de eco. Creen que por poner su marca ya van a venir las startups mendigando, y lo que llega es la morralla.
Luego vienen los lloros y rasgarse la camisa. Las startups son una mierda, todo es humo y tal. Así que el siguiente paso es claro: lo montaremos nosotros desde dentro. Venture building, pero con gente que lleva 20 años en la corp, porque somos cojonudos.
«Si es que a ver, nosotros llevamos toda la vida innovando, y nos ha ido bien, somos líderes en X (siempre se es líder de algo), así que no va a venir nadie de fuera a explicarnos cómo innovar, ya lo decía yo».
No se aprende de los errores, simplemente se ocultan con cualquier excusa, y a otra cosa mariposa. He visto y escuchado cosas que no creeríais, hay ejemplos a docenas… pero prefiero ser optimista.
Aunque hay esquizocorps, por suerte son las menos. Incluso en los sectores más castigados hay compañías que no caen en la cámara de eco, y se atreven a mirar fuera y a romper cosas. Hay mucho movimiento ahí fuera.
Además no todo en esas empresas es malo. Siempre encuentras bajo el radar a grandes profesionales capaces de salir de la cueva y mirar fuera. Lo que pasa es que casi siempre están tapados y con enormes dificultades para trabajar. Pero lo intentan.
Por supuesto, cada vez hay más empresas que entienden y aplican el concepto de Open Innovation, y que poco a poco van dedicando más y más recursos, aprendiendo de los errores y rodeándose de los mejores. Colaborando y entendiendo el entorno. Escuchando.
Lo gracioso de este artículo es que, como dice nuestro co-fundador y consejero Javier G. Recuenco , será un test de Rorschach. Los que viven en la cueva no lo leerán, o si por casualidad lo leen, lo descartarán porque “eso no nos pasa a nosotros porque somos unos cracks, jaja, eso les pasa a otros”.