En la imaginería popular, mitificada por los medios y las películas, los emprendedores son una especie de mezcla entre rock star y científico loco, y siempre son personas populares bien rodeados de amigos y colegas.
De hecho, las historias de emprendimiento no paran de repetir el mito del “viaje del héroe” que se enfrenta a una serie de problemas, y que finalmente sale adelante con ayuda de algún mentor o colega que termina de iluminar el camino.
Muy bonito todo, y es verdad que en algunas ocasiones es así. Pero las historias, historias son. Ficción, no realidad, y siempre una simplificación. De hecho, incluso las historias de éxito que leemos en los medios no dejan de ser una versión muy edulcorada de la realidad.
Los emprendedores que salen en los medios, que son los que triunfan, no suelen contar las dificultades, las dudas, los bajones, las traiciones de socios, empleados o inversores, los errores, los fracasos, el tiempo perdido, las noches sin dormir, las rupturas con parejas, el tiempo no pasado con los hijos, las oportunidades dejadas pasar por tu sueño de emprender…
La vida real es siempre mucho más compleja. Emprender es un camino más complicado que lo que vemos en las películas o en los medios. Pero para mí lo peor de emprender es la soledad.
Rodeado, pero siempre solo
Un emprendedor siempre está rodeado de gente, porque emprender es una actividad social. Incluso aunque seas un solopreneur, un founder solitario, tendrás inversores y accionistas, tu equipo directivo, empleados, clientes, partners, proveedores, mentores y asesores…
Te dirán lo valiente que eres, cómo admiran tu pasión y resiliencia, tu creatividad y tú visión, te entrevistarán en podcast y te llamarán para eventos. Te pasarás el día de reunión en reunión y de llamada en llamada.
Y aún así, estarás solo. Porque al final, esas personas son en su mayoría figurantes en tu emprendimiento. Hay unos pocos personajes principales… pero el protagonista, el que se la juega, el que lo apuesta todo, y el que tiene que tomar las decisiones eres tú, el founder.
Tú te levantas y te acuestas pensando en tu proyecto. Eres el que tiene visión de túnel. Sabes y notas que el resto no se lo toma tan en serio. Que tu implicación y la suya no es igual. Estás tan concentrado, llevas tanto tiempo mirando intensamente a tu proyecto, que ya no ves.
Así que no sé vosotros, pero yo me paso la vida pidiendo feedback honesto, porque necesitas una visión externa, ojos frescos que vean lo que tú ya no ves, o al menos te sacudan un poco, que te saquen de tu soledad por un rato.
Se lo pido a mis socios, a mi equipo, a amigos, a clientes, a proveedores, a colegas del sector, a gente que conozco por redes sociales… cualquiera puede darte la idea que necesitas o encontrar el fallo en tu hipótesis.
La importancia de los mentores
Obviamente, también pregunto a mis mentores. Y esto es importante: todos los emprendedores debemos tener mentores, es algo vital para mantenerse alerta. Pueden ser mentores de negocio, especializados para alguna consulta puntual, de liderazgo…
Un buen mentor sabe acompañarte en los momentos más difíciles. Sabe cuándo debe darte una sacudida (o incluso un bofetón) y cuándo una caricia, cuando hacerte challenge y cuándo simplemente apoyarte. ¡La elección del mentor es vital!
Yo llevo mentorizando a emprendedores más de 20 años, y es una de las cosas que más disfruto porque cuando mentorizo a otros sé el impacto que genero y todo lo que puedo ayudar. Es increíble ver los resultados de una buena mentorización.
Pero volviendo al tema, incluso con buenos mentores el feedback puede ser contradictorio dependiendo a quién preguntes, y necesariamente limitado porque solo tú tienes la visión completa. Y entonces toca tomar decisiones.
Y ahí la soledad se manifiesta en todo su esplendor. Te entran dudas, y el síndrome del impostor se pone a todo lo que da, porque cuando innovas no sabes qué puede estar fallando en el magnífico plan que habías diseñado en tu cabeza.
¿El problema es de producto? ¿O está en la captación? ¿Y si los KPIs no están bien y estamos fuera de mercado? ¿Y si es el pricing lo que no funciona? ¿O acaso no estamos atacando al target adecuado? ¿Deberíamos cambiar el modelo de negocio? ¿Son los canales mejorables? ¿Y si el equipo es lo que no está a la altura y hay un problema de ejecución? ¿Será el proceso comercial adecuado?
Llega un punto que te planteas incluso si lo has hecho todo mal. Si es mejor dejarlo. Pero no, al día siguiente te levantas de nuevo, miras y analizas, y empiezas a plantear alternativas de nuevo. Sigues estando solo, pero tiras, empujas y sigues. Buscas un nuevo camino.
Porque eso es lo que mejor hacemos los emprendedores: buscar nuevos caminos, y seguir avanzando siempre.