Un viejo tópico dice que para triunfar, hay que mostrarse como un triunfador. Hace algunas décadas se hacía marcando paquete y Rolex, y con novia florero probablemente alquilada, y ahora con tu Lambo (también alquilado, claro), al más puro estilo Lladós, si lo llevamos al extremo.
Que por cierto, no es que haya inventado nada este hombre, pero sí que ha llevado el cringe y la vergüenza ajenas a otro nivel. Fascinante lo suyo, y que haya gente que lo siga me deja picueto. Pero bueno, no venía yo a hablar de este tema hoy…
Si eres un emprendedor serio no vas a llegar a esos extremos, obvio. Pero si te crees el tópico que nos venden, no puedes mostrar debilidad, ni que parezca que dudas. La seguridad es clave. Por eso nunca vemos en redes a nadie reconocer un fallo, un error o una equivocación. Eso es de pusilánimes y de emprendedores fracasados.
Se lleva el “fake it till you make it” al límite, no solo con la empresa, si no también en la marca personal: que parezca que sabes de qué va esto. Tú pontifica, manda, dirige, imponte y lidera, sepas o no del tema. Y aunque tarde o temprano se te note que te falta calle y mucha base, mientras cuela te permite vender, atraer inversores (no profesionales), posibles clientes… No vas a engañar a todo el mundo, claro, pero quizá sí a los suficientes.
Ese tipo de actitudes no me gustan, pero las entiendo porque todos tenemos que comer, y todos hemos hecho el tonto alguna vez. El que esté libre de pecado…
El problema es cuando te lo crees
El problema, el gran problema, viene cuando te lo crees de verdad. Cuando te empiezas a creer que sí, que sabes un huevo, y que lo que tú dices va a misa. Cuando piensas que tienes la verdad absoluta, y los demás son unos piltrafillas de tres al cuarto que no saben hacer la o con un canuto, mientras tú eres capaz de hacer un nudo marinero con la lengua.
Cuando ya no solo no respetas lo que puedan decir tus pares, si no tampoco los expertos en otras materias de las que tú solo has tenido una experiencia muy parcial. Te crees tan listo que vas dando lecciones a gente con carreras, especializaciones y 20 años de experiencia, tú que te has leído dos artículos en Emprendedores y sigues a dos gurús en Twitter, José Ignacio.
El problema de todo esto, además de que te conviertes en un capullo integral, es que te hace un emprendedor muy débil. Cuando llegas a ese punto, ya no lideras, das miedo. Y algo de asco también. No puedes retener el talento, porque no lo respetas, y el talento si lo maltratas se pira, porque no te necesita. Pero la culpa es siempre de los otros porque no ven lo que tú ves: que eres la polla con cebolla, con perdón.
Cuando estás en ese punto de soberbia, eres incapaz de identificar y corregir tus errores. Porque tú no te equivocas, ¿verdad?
Seguro que conocéis a emprendedores que siempre tienen una excusa. La culpa siempre es de los demás: del mercado, de la competencia, de los clientes que no entienden, de su equipo que son unos mantas, o de que hoy ha llovido en Albacete. Y si la culpa nunca es tuya… ¿como vas a corregir el rumbo?
Necesitamos humildad para reconocer que nos equivocamos, y así poder corregir el enfoque de nuestros proyectos. Se nos llena la boca de la palabra “pivotar”, pero luego somos incapaces de afrontar nuestros propios errores.
El bueno de Eric Ries lo clavó detectando el problema de los vanity metrics, para mí uno de los mayores errores de muchos emprendedores: mirar solo aquello que te da buenos resultados, obviando aquellos KPIs donde se ven los problemas estructurales de tu proyecto.
Necesitamos humildad para dejarnos aconsejar por mentores y por otros emprendedores.
Necesitamos humildad para contratar a gente mejor que nosotros, y dejarles trabajar.
Necesitamos humildad para saber delegar, lo que resulta absolutamente vital para escalar. (Algún día tengo que desarrollar mi teoría sobre que la falta de humildad es lo que mata a muchas scale ups).
Necesitamos humildad para saber reconocer lo bueno que hace la competencia, y aprender de ello.
Pero ojo: ser humilde no significa no tener una autoestima fuerte. Al contrario, para poder gestionar la humildad correctamente hay que tener una personalidad fuerte, y ser consciente de tus fortalezas. Pero también de tus debilidades.
Se puede ser humilde y tener opiniones firmes y claras. Se puede ser humilde y ser un líder ambicioso y capaz. Se puede ser humilde y ser un emprendedor de enorme éxito. Que se lo digan a Amancio Ortega.
Escuchar más, respetar más, abrir la puerta al dolor y a las malas noticias para mirarlas de frente. El primer paso para solucionar un problema es reconocer que lo tienes. Y de eso va montar empresas: de solucionar problemas. Así que seamos humildes y pongámonos a ello.