El éxito de la Selección Española de fútbol masculino en la Eurocopa nos recuerda una vez más algunas claves importantes para el éxito en cualquier disciplina. Es obvio que para hacer grandes cosas es vital contar con un equipo con talento. Y aunque España tiene buenos jugadores, con grandes individualidades, se queda algo lejos del talento que acumulan selecciones como Francia o Inglaterra.
Y sin embargo, España ha arrasado, ganando 7 partidos de 7 posibles (algo histórico que nadie había conseguido), enfrentándose a todas las grandes selecciones del continente (Croacia, Italia, Alemania, Francia e Inglaterra) y ganándolas sin necesidad de ir a penalties y solo concediendo una prórroga, y enfrentándose a marcadores en contra, a remontadas de los rivales…
Un hito de esa magnitud, algo nunca visto, solo es posible conseguirlo con un gran equipo, motivación, y liderazgo. Y por supuesto, con una estrategia, que vamos a tratar de desgranar aquí, pero no desde lo futbolístico, si no desde el punto de vista de la gestión de personas.
Para ser los mejores no basta tener a grandes talentos, hace falta además que el equipo esté motivado y bien dirigido para sacar el máximo de todos ellos, para que ese talento no solo brille de forma individual, si no que trabaje coordinado para conseguir el objetivo que como grupo se han marcado. Hay que construir un equipo de alto rendimiento.
Para que juntos, como un todo, como una familia, se enfrenten a los malos momentos: lesiones, goles en contra… donde uno no llega lo hará el otro, cuando tú falles, otro cubrirá tu error, donde no alcances, otros te auparán para conseguirlo. Y donde todos puedan aportar el máximo de su potencial para enfrentarse al mercado (en este caso, a los rivales) donde siempre hay competidores con más recursos que tú (en este caso, con más talento individual).
No es algo fácil de conseguir, y eso habla muy bien del seleccionador, el riojano Luis de la Fuente, que ha hecho un gran trabajo en lo táctico, pero sobre todo ha ejercido un liderazgo indudable y ha sido capaz de construir y dirigir a un equipo compacto y motivado, ganador, y por supuesto de alto rendimiento.
Tipos de liderazgo
Es imposible construir un equipo sin un líder que ejerza de guía y de fuerza aglutinadora. Alguien tiene que tomar las decisiones estratégicas, poner normas, ejercer de policía y juez ante discrepancias o riñas, marcar los objetivos, repartir tareas, definir la cultura interna del grupo, etc..
Hay muchos tipos de líderes, hay cientos de libros y miles de artículos sobre ello, y el tipo de liderazgo depende en gran medida de la personalidad del propio líder. En este artículo lo resumen en cinco tipos: laissez-faire o delegativo, autocrático, democrático, transaccional, y transformacional, que es sin género de dudas el liderazgo ejercido por Luis de la Fuente.
Una persona que se ha ganado el respeto de todo el equipo con el ejemplo (historial de éxito deportivo como jugador y como entrenador ganando competiciones en todas las categorías inferiores de la Selección Española), con su trabajo (se machaca en el gimnasio igual o más que los futbolistas), haciéndose diana de las críticas y asumiendo los errores y fallos en primera persona, y dejando los éxitos para el equipo, marcando objetivos ambiciosos para el grupo (sospecho que ganar la Eurocopa es un paso hacia el objetivo final de ganar el Mundial) pero dejándoles brillar en lo individual, y trabajando mucho la integración del grupo.
Este es un elemento que todos los analistas y reportajes han destacado: son una piña, una familia, o como los llama de la Fuente, “una cuadrilla”. Este concepto lo entendemos muy bien en el norte, porque una cuadrilla es algo más que un grupo de amigos, contiene una serie de lazos de apoyo mutuo, confianza, respeto y cariño difíciles de explicar.
El caso es que el Seleccionador ha sabido crear ese ambiente, esa camaradería donde nadie es más que los demás, y donde todos trabajan por el bien común, y respetan al otro, y se ayudan mutuamente para alcanzar los objetivos conjuntos, donde los egos y los objetivos personales quedan supeditados al grupo. Este tipo de resultado no se puede conseguir con liderazgos autocráticos, ni transaccionales, pero tampoco democráticos o delegativos. Y además del tipo de personalidad del líder, hay que hacer unas cuantas cosas más para conseguir un resultado histórico como el de la Selección Española.
Construir y gestionar el equipo
El primer paso es atraer el talento adecuado. Y “adecuado” no significa más talento: quizá hay futbolistas en España que, posición a posición, son mejores jugadores o tienen o mejores estadísticas que algunos de los que trajo el Seleccionador Nacional a la Eurocopa (el caso de Cucurella, por ejemplo, es paradigmático).
No, elegir a las personas adecuadas significa que técnicamente sean lo que precisa el equipo en su posición correspondiente (unos en ataque, otros en defensa, otros en armar el juego, etc.), pero además que encajen en la cultura del grupo y que aporten algo más que sus cualidades futbolísticas (o técnicas si hablamos de empresas).
Alguien puede ser un excelente jugador como individuo, pero un cáncer en un equipo, por ser un egoísta, un lobo solitario o una persona tóxica. Por eso la selección de jugadores, los que vienen y los que se quedan fuera, es el primer mensaje del Seleccionador, la primera gran decisión, el primer paso para construir un equipo de alto rendimiento.
Es clave analizar bien qué perfiles necesitas. Los grandes equipos se caracterizan por ser diversos y tener diferentes personalidades y distintos tipos de talento entre sus miembros. No es sólo un tema técnico (lateral, medio centro, extremo, o CMO, CTO y CRO), también conviene combinar adecuadamente personalidades expansivas con otras más tímidas, veteranos con gente más joven, etc..
Tener un amplio rango de tipos de personas y tipos de talento hace al grupo más empático, les lleva a tener una visión más amplia del mercado, de los clientes tipo, o de la competencia a la que te enfrentas (los jugadores de otros equipos), y les permitirá afrontar más tipos de situaciones diferentes.
Una vez seleccionado el equipo, toca hacer un reparto de tareas claro y transparente. Todos los jugadores, cada miembro del equipo, necesita saber con precisión lo que se espera de él o ella: habrá quien juegue todos los partidos los 90 minutos, habrá quien solo esté ahí para una labor concreta si se dan las circunstancias (un rematador alto, por si se da el caso de ir perdiendo cuando queda muy poco tiempo, o en el caso de una empresa personas dedicadas a la gestión de crisis, por ejemplo), habrá algunos cuya labor principal sea crear cultura y organizar a los demás y no jugarán pero aportarán otros valores fuera del campo…
El Seleccionador, el líder, debe definir esas tareas con precisión, comunicarlas de forma individual, y también ser transparente para explicarlo al grupo y que todos sepan lo que el resto espera de ellos, y lo que pueden esperar de los demás, y cuáles son sus puntos fuertes y débiles. Ese conocimiento compartido, ese DAFO individual y en relación a los demás, permite al grupo unirse más, y saber cuándo deben apoyar a un compañero, y a quién pedirle ayuda en un momento dado durante el partido, o incluso fuera de él.
Y ese conocimiento, esa puesta en común de lo bueno y malo de cada uno por parte del líder, tiene un valor adicional: ayuda a gestionar los egos adecuadamente, y tenerlos bajo control. Cuando se junta mucho talento de alto nivel, es muy habitual que los egos se descontrolen y surjan las peleas por el protagonismo: jugadores que se quejan por no jugar o porque les cambien, los que piden la bola siempre aunque su posición no sea la adecuada o el momento sea inoportuno, los que quieren tirar todas las faltas y todos los penalties, los que reclaman ser el centro de atención de los periodistas y en todas las reuniones, etc..
Esto en el fútbol es muy evidente, sobre todo con los delanteros y jugadores muy creativos, endiosados por los medios y el público, pero también pasa en las empresas. Por eso dejar claros y compartir con todos los puntos débiles de cada uno es un ejercicio sanísimo de humildad y de sumisión al grupo: es una demostración de confianza que fortalece aún más los lazos de la “cuadrilla».
Una cultura sólida: misión, visión y valores
Pero un equipo de alto rendimiento es algo más que una cuadrilla. Aunque en estos grupos de amigos normalmente hay unos ciertos valores compartidos y una forma de ver la vida, no tienen una misión y una visión, no tienen un objetivo común. No tienen una cultura corporativa.
De nuevo, aquí el trabajo del líder es fundamental. Él es el que debe definir la misión (ser la mejor selección de fútbol del mundo), la visión (ganar la Europa 2024 y el Mundial 2026) y los valores (haciendo un fútbol bonito y divertido, al ataque siempre, pero siendo prácticos y flexibles cuando toca).
Y en esto hay que hilar muy fino, porque en un grupo tan diverso, no siempre es fácil poner a todo el mundo de acuerdo y que te «compren» el pack: la misión y la visión deben ser muy ambiciosas para tener ese objetivo común deseado por todos, pero a la vez deben ser creíbles y alcanzables. Y los valores deben aportar adicionalmente más pegamento al grupo: vamos a ser los mejores, pero encima lo vamos a hacer sin trampas, de frente, haciendo las cosas bien.
El equilibrio entre lo deseable y lo posible es precario, y si no se hace bien se corre el riesgo de perder la credibilidad. Y si no hay fé, todo se desmoronará: el equipo debe confiar en el líder transformacional, y debe CREER en la misión, la visión y los valores. Solo así se pueden conseguir cosas increíbles, como ganar una Eurocopa, o como crear una startup que cambie el mundo.