Llevo un tiempo pensando si los Consejos de Administración realmente sirven para algo. He asistido a muchos en mi vida, muy diferentes entre sí, y la inmensa mayoría me han parecido siempre una pérdida de tiempo: llevan mucha preparación y en ocasiones te hacen descentrarte de lo que realmente importa.
En teoría el Consejo de Administración es el responsable de las decisiones de una empresa. Y legalmente es así, lo que implica responsabilidades legales en caso de problemas, incluyendo la posibilidad de ir a la cárcel o responder con tu patrimonio.
Y ojo porque las demandas empresariales por administración desleal son más habituales de lo que parece.
Pero la realidad es que el Consejo no decide una mierda la mayoría de las veces. Tras escuchar lo que se les presenta, los consejeros hacen alguna pregunta inocente que el CEO ya esperaba, intentan aportar alguna idea original que siempre queda en nada, y santas pascuas.
Al final, se limitan a decir “sí bwana” a lo que se les ha presentado, a firmar el acta, y a cobrar su cheque (o su equity). Vamos, que su aportación estratégica no deja de ser un mero trámite burocrático, y el que decide de verdad es el CEO con su equipo.
Al menos eso es lo que pasa si el CEO es el founder de la empresa. Imagino que la cosa puede ser distinta si el CEO está contratado y no tiene el aura del fundador. Pero ir contra un founder y su equipo es complejo, porque todo el mundo en la sala ha comprado su visión, y además normalmente los founders tienen la mayoría de acciones y del Consejo.
Ir en contra de la estrategia propuesta por el fundador es posible, y lo he visto alguna vez… pero rara vez queda en algo más que una discusión de salón para ver quién la tiene más larga.
Termina el Consejo con las espadas en alto, se prometen estudios e informes, y luego no pasa nada.
Y si un Consejero se dedica a tocar las pelotas durante mucho tiempo, lo más probable es que acabe siendo sustituido tarde o temprano, si el o la CEO tienen suficiente poder e influencia (y normalmente lo tienen).
Hay que entender que los Consejos están “cocinados” de antemano. Lo que se habla… y lo que no. Datos y KPIs seleccionados con mucho cuidado para dar el mensaje que quieres emitir, y que validen tu estrategia sin mucha discusión. A veces dejas un hueso para que los más duros tengan algo que roer y echarte en cara, y listo.
Casi nadie quiere ser la voz discrepante. A nadie le gusta ser el tocapelotas del grupo, el cenizo, el portador de las malas noticias. Y eso se lo pone muy fácil al CEO, al que nadie hace “challenge” de verdad.
A veces puede tocar alguien con el ego disparado, esas personas que necesitan ser la novia de la boda y el muerto en el funeral, y que siempre tienen que decir la última palabra para demostrar lo listos que son. Para estos dejas los “huesos” de los que hablaba antes, de forma que ataquen con saña justo donde tú quieres que lo hagan, y así no se fijen en otras cosas más importantes.
Lo dicho, todo atado y bien atado. Te reúnes cada dos o tres meses y lo más que sacas es una buena comida, unas risas, quizá algún momento incómodo por alguna tontería naïf de algún consejero bisoño… y a seguir currando.
Y sí, ya sé que hay ejemplos de lo contrario. El caso de Steve Jobs en su día, el frustrado intento reciente con Sam Altman… pero esto son casos aislados. Lo normal es que los Consejos sean una balsa de aceite y un masaje para el CEO. Así que, ¿realmente sirven de algo? ¿Qué experiencias habéis tenido vosotros?