Hace unos días me contaron que una institución muy importante lanzó un tiempo atrás un programa para ayudar a las denominadas “startups zombie”, que son esas que en su momento consiguieron financiación, que consiguieron validar su product – market fit de manera parcial, pero no consiguen escalar ni crecer como se esperaba de ellas.
En algunos casos, estas empresas incluso llegan a la rentabilidad, pero una muy justita que no les permite invertir para crecer, y a veces ni siquiera para devolver la deuda que han ido adquiriendo. Tienen empleados y van pagando mal que bien sus nóminas y a los proveedores, “haciendo la goma” como se dice en ciclismo: a meses de break even les siguen meses de pérdidas, y tiran mal que bien a base de ayudas y subvenciones, nuevos préstamos, mini-rondas puente, alguna venta importante que mete un chute de caja de cuando en cuando, etc.. Si crecen, lo hacen a ritmos muy pausados para una startup, y están a años luz de los planes de negocio que se plantearon cuando nacieron.
Los zombies nunca reconocen que lo son
Son muertos vivientes. Zombies. Son una piedra en el zapato para sus inversores, que las mantienen años y años en sus portfolios por si acaso en algún momento las cosas cambiasen y diesen con la tecla para crecer. Algo que casi nunca ocurre. Así que son compañías que, si alguna vez se venden, no se cubrirá ni de lejos lo que se ha invertido en ellas.
La lógica nos dice que habría que hacer algo con ellas. Que deberían pivotar, para buscar otro camino y así volver a la senda del crecimiento. Por eso el programa que se planteaba, que se enfocaba exactamente en eso, tenía todo el sentido, y un mercado enorme, porque este tipo de compañías son las que forman ese 90% de startups que no triunfan. La mayoría, vamos, y con los portafolios de los VCs llenos de ellas.
Y sin embargo, nada, un fracaso: prácticamente nadie se apuntó al curso. ¿Por qué este programa que estaba bien pensado, enfocado en tratar de resolver un problema evidente y con carácter gratuito, no triunfó?
Mi teoría es que a la gente, y los emprendedores no somos una excepción, no nos gusta escuchar malas noticias. Así que las evitamos siempre que podemos.
Estos zombies son empresas con una rentabilidad minúscula (o cerca de tenerla), pero rentabilidad al fin y al cabo, y sus fundadores y sus gestores lo último en lo que piensan es en tirar la toalla. Los emprendedores somos optimistas patológicos, y además el ecosistema nos dice que hay que ser resilientes, resistir porque nuestro momento llegará. Pivotar significa reconocer que nos hemos equivocado, que no vamos bien, y asistir a un programa para salvar startups zombie, ni te cuento. Y no es sólo enfrentarte a ti mismo y a tus propios errores: si vas a un curso para “zombies”, el mercado te señalará.
Eso solo les pasa a otros
Pero esto pasa no sólo con el miedo a enfrentarse al fracaso empresarial. En Startups Institute organizamos todas las semanas unas charlas gratuitas para emprendedores llamadas #ZeroBullshitTalks donde tocamos durante 50 minutos temas muy concretos que puedan aportar valor (obviamente, cero postureo y cero bullshit, marcas de la casa). Y dentro de estas charlas las hay de muchos tipos: las que obviamente son un cohete y se petan, normalmente las orientadas a financiación o inversión o consejos de marketing y ventas… y las que hablan de riesgos o problemas serios, de amenazas muy reales para los emprendedores.
Estas últimas sesiones pueden tocar temas como la salud mental y el bienestar de los emprendedores, problemas legales que pueden acabar con tu startup, o graves errores financieros que pueden dinamitar tu proyecto, por poner tres ejemplos. Pues bien, a este tipo de charlas viene poquísima gente, lo tenemos más que comprobado.
Nosotros las organizamos y lo seguiremos haciendo a pesar del escaso interés, porque con que ayudemos a uno o dos emprendedores a evitar un problema grave ya nos damos por satisfechos, lo hacemos por responsabilidad. Pero no deja de ser llamativo que se apunten docenas de personas a escuchar hablar de financiación, pero no se preocupen de su salud personal o de cómo evitar que toda esa financiación acabe malgastada por errores fácilmente evitables si los conoces.
No puedo evitar tener la sensación de que hay emprendedores, especialmente los más jóvenes e inexpertos, que o bien creen que se lo saben todo, o bien piensan que “a mí eso no me va a pasar”, y ello a pesar de que los datos son abrumadores: 90% de fracaso, 72% de los emprendedores con problemas de salud mental… ¿y a ti no te va pasar? Pues mira, puede que seas la excepción, pero al menos deberías prepararte para ello por si acaso. Porque una cosa es ser optimista, y otra ser gilipollas y hacer como las avestruces: enterrar la cabeza en la arena como si así se evitase el peligro.
El caso es que para ser un buen emprendedor (o mejor dicho, para emprender con posibilidades de éxito) hay que saber ser críticos con nosotros mismos, y hay que afrontar los problemas y los peligros de frente. Por eso no escuchar las malas noticias, no mirar los datos negativos (¿recordáis los vanity metrics?), no querer conocer de cerca aquello que puede matarte, es una pésima estrategia.